Tuesday, June 20, 2006

A menudo duermo poco y me estirazo mejor que los gatos.

SEVILLA CARMELA CAMACHO

A menudo trato de escribirte, flautista,
pero claro, me olvido de que a ti
sólo se te pueden mandar palabras del revés,
y me atranco en una coma,
que se me hace un muro.

A menudo quiero verte, flautista.
A menudo quiero que me veas.

(Madrid. Cualquier día, abril, inicio de milenio.
En el autobús, dentro de mi espina dorsal)

A menudo tengo sueño, duermo poco
y me estirazo mejor que los gatos


(pese a ello),
el análisis de mis átomos
no ofrece ninguna garantía de que yo sea
la reencarnación de una felina egipcia).


A menudo son las cinco de la tarde,
o me subo en un autobús atestado
de un no sé qué que me ralentiza,
y me pasea por una carretera nueva
(como en muchas fotos seguidas).

Frecuentemente me levanto una vez que ya estoy acostada;
enciendo la luz y compruebo que continúo conmigo.
(Siempre pongo una excusa, como mirar la hora.
O beber agua.
O agarrar un muñeco.
Todo menos reconocer que temo abandonarme (cualquier día).

De un tiempo a esta parte
ando recorriendo la esfera de Plutón
mientras el tiempo pasa (o yo de él, aún no se sabe).

En el supermercado suelo dejarlo todo sin comprar,
y la comida caliente, ay, la comida caliente...,
de poco tomarla comienza a darme gases
(el amor, esporádico y en desuso me da agujetas).

Últimamente recuerdo todo lo que sueño,
(incluidas pesadillas);
últimamente –decía-
me llaman antiguos amores
y nuevas adquisiciones amatorias.
(conforme van llegando los voy metiendo, uno a uno, entre paréntesis).

De un tiempo a esta parte
discuto aún menos de lo que ya os tenía acostumbrados
y mi tranquilidad viene conmigo
(o yo con ella, aún no se sabe).

Pero en este abril hay algo fundamental:
me paralizan la palabra, dos criaturas,el jardinero, el flautista.

A menudo, el jardinero llama a la puerta,
entra rápido de abrazosde
esos de los que no se huye.
Mi ofrenda floral queda siempre en el arca.
El jardinero se va, a sembrar otros vientos,
dejando encima de los manteles
una sensación: que soy Tierra
("Tierra tan sólo, Tierra").

A menudo, el flautista deja de llamar al móvil,
pero lo hace con su música,
"jazz brasileiro, Carmentxu".
Me mira -como serio-
desde las fotos
y cuando me piensa lo hace tan fuerte
que me acaba doliendo la cabeza.
(...todo el mundo debería conocer al flautista);
todas las mujeres tenemos el derecho
de verle la sonrisa,
al menos una vez en la vida,
(como el que va a la Meca).

De un tiempo a esta parte,
ningún señor educado de veintipocos
-que es un niñato al cabo-,
llama a la puerta,
"joder, otra vez, qué pesaíto"
y me anda endulzando la incoherencia
y otras partes impúdicas con nata y piruletas.
(Con la venia de Manrique,
a menudo me alegrode que ese tiempo haya pasado).

A menudo vivo,
míster Aquiles, señor Sansón,
con el flautista, el jardinero, el sueño y los sueños,
(eso, y los sueños),
por algún rincón de tu cuerpo.

(¿el talón? ¿el cabello?).

… Madrid, abril de 1999

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