Tuesday, July 18, 2006

La Piedra Roseta del Silencio

La piedra Roseta del lenguaje del silencio

LLEIDA IAN NABOURIAN
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(Escoltant la Vida recomana el blogg…)

En el largo espacio que media entre dos palabras puede hallarse el vacío más absoluto o la llave maestra que permite abrir un fabuloso mundo que permanecía en secreto.


Todo depende de nuestra voluntad de crecer o de destruirnos. Jamás supe entender, y me pesa, el por qué en igualdad de condiciones ciertas personas tienden a crecer y otras a autodestruirse. Lo que sí que sé es que siempre le di mucha más importancia a ese espacio supuestamente vacío de contenido, que a las propias palabras.

Siempre supe leer esos silencios como si poseyera la piedra Roseta del lenguaje del silencio. En cambio cuanto me costaba y cuanto me cuesta entender las palabras. Se me ocurre comparar dicho espacio con la bastedad del desierto, en el que la ausencia de sonido te pone en contacto con tus instintos más primitivos y con tus pensamientos más ocultos.

Ciertamente, intentar leer los silencios es como caminar por un largo desierto en el que no existen indicaciones y en dónde el ritmo lo fijas tú. A mí me gusta adentrarme en esa vastedad de tierra y caminar sin rumbo, pero con la seguridad de que voy a llegar a un oasis en dónde colmar mi sed de conocimiento.

En esos momentos de silencio he visto llorar sin tan siquiera derramar una lágrima física. He visto el miedo agazapado entre un cúmulo de palabras bravuconas e insolentes. He percibido la valentía y la determinación en personas que eran tachadas de cobardes. En esos instantes los oídos pierden todo su sentido y no son válidos para escuchar el trasfondo del silencio.

Lo que cobra sentido es la fuerza de una mirada, pero sobre todo es el corazón quien lee esos silencios, quien interpreta y traduce esa difícil lengua oculta. ¿Acaso no es cierto que con una mirada tierna se puede calmar la ansiedad de un perfecto extraño? Sí, es extraño para nuestros ojos, nuestros oídos, nuestro tacto, pero en cambio no es extraño para nuestro corazón. En ese momento no son válidas las palabras, la desesperación sale a la palestra y se hace dueña de la situación, cualquier comentario sólo puede provocar más ansiedad. En cambio es la fuerza de esa mirada conectada al corazón la que interpreta las necesidades la que genera la empatía necesaria para entender al otro.

Nuestra soledad y los problemas cotidianos son como un rumor continuo en nuestra mente que no nos deja descansar. Es cuando logramos silenciar ese barullo, cuando aceptamos cuanto nos sucede cuando logramos encontrar la paz. Y en medio de ese desierto silencioso no es que los problemas hayan desaparecido sino que cobran su justa importancia y nos encaminamos, sin rumbo, sin brújulas, pero seguros de que el propio silencio nos llevará por cientos de caminos que al final siempre acabarán aportándonos auto conocimiento. Y aunque con el paso del tiempo perdemos la inocencia inherente a la juventud y la desconfianza a las palabras se va afianzando, algo va cobrando fuerza: nuestra capacidad de ver y de escuchar con el corazón.

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