Friday, March 30, 2007

Asiento sonriendo, poco a poco Julia está descubriendo los resortes para viajar por el tiempo pasado

Los acordes de las cornetas avisan de la presencia del Cristo, ya aparecen los ciriales por la esquina de San Gregorio, es un cautivo maniatado que se deja llevar a redoble de tambores, se nota que hay más gentío congregado. El paso se va acercando, en una de sus esquinas observo la cabeza de un ángel mofletudo, pelo castaño liso con la mirada en alto y la boca entreabierta, quizás representación de beatitud que a mi se me antoja hastío. Va pasando frente a nosotros, un ángel recostado contra el respiradero porta un objeto móvil entre las manos marcando el compás de la chicotá, supone un trallazo comprobar que es un látigo de varias colas, sorprendido por la incongruencia reflexiono… ciertamente, muchas veces son los más inocentes quienes sin querer nos hieren más vivamente.

Atardece y el cielo va tomando el color áureo de los candelabros del paso de cristo, un preso expuesto al populacho que se aleja a toque de cornetas mientras a sus espaldas mis hijas comienzan de nuevo su particular letanía… “¿me das cera por favor….?”,

Más tarde, una imagen dolorosa, al salir a la plaza me mira de lejos, sin pausa se me acerca mientras se acrecenta la música y las bambalinas del palio chocando contra los varales marcan los segundos, casi tengo la certeza que me ha reconocido, me señala y con su ademán no se que puede estar pidiéndome, se detiene tan solo a unos metros y calla… soy consciente de que las imágenes no sufren, pero delante mía asoman durante ese instante incontables imágenes de mujeres que con toda seguridad, en ese mismo momento y en todas partes del mundo, penan por el dolor, la injusticia, el hambre, la crueldad que padecen aquellos a quienes quieren… confundido no puedo distinguir cual es la naturaleza de esa presión interior que atenazándome casi me hace aflorar unas lágrimas… ¿compasión…?, ¿rabia…?, ¿horror acaso...?. Me devuelve a la realidad el unísono gemido de sus costaleros metiendo riñones para izarla, pasa a mi lado y deja de señalarme haciendo que me disuelva en el gentío que la rodea, prosigue abriéndose paso entre sus pocos devotos camuflados entre la muchedumbre. La bulla se va disgregando mientras la banda intenta mantener la formación, las sacudidas del bombo que ahora pasa a mi vera me cosquillean el estómago en un amago de náusea…, repentinamente mis niñas me rescatan tirando de mi …”¿Ahora cúal vamos a ver….?. Para ellas a la fiesta aún le quedaba toda la tarde y parte de la noche, así que sonriendo me dejé llevar

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